¡Hola a todos! ¿Qué tal? Gracias a los que seguís aquí, me ha hecho mucha ilusión ver que después de tanto tiempo seguís dándole cariño al blog.

Probablemente este es mi post más personal. Desde pequeña me enseñaron que las cosas de casa no se cuentan, me obligaron a mantenerme callada, a no expresarme porque a la gente no le importará lo que me pase y eso es lo que he hecho toda mi vida. Hoy me siento lista para contar mi historia y seguramente a muchas personas no les importará pero también puede ser que sí le importe a alguien que haya pasado o esté pasando por lo mismo que yo pasé.

Hace tres años tomé una decisión y fue cortar todo contacto con mi familia, por sugerencia de mi psicóloga, y porque es lo que yo necesitaba en aquel momento. A partir de ahí tuve un momento de bajón, de soledad, de sentirme perdida y completamente sola en el mundo. Precisamente para evitar todo eso es que no lo había hecho antes, porque tenía miedo de sentir que no tenía a nadie en la vida a quien pudiese llamar familia. Llegó un momento en el que todo lo que estaba sufriendo me pareció un precio excesivo por lo poco que me aportaban las personas que en ese momento llamaba familia. Y, chicos, hay que priorizar la salud mental, siempre ponerse primero uno mismo. Es difícil, cuesta, da terror, lo sé, pero cuando hay que hacerlo uno tiene que dar el paso sin mirar atrás.

Empecemos por el principio. Como dice el dicho: «lo que mal empieza, mal acaba». Mis padres nacieron en el seno de familias terriblemente disfuncionales, sufrieron maltrato, abuso sexual, humillaciones, todo lo que os podáis imaginar. Nunca recibieron ayuda psicológica y como es bien sabido: lo que proyectas atraes estas dos personas se juntaron y combinaron todas sus toxicidades para crear un hogar también disfuncional en donde no sabían ser padres, no tenían inteligencia emocional y recrearon la misma crianza que sufrieron ellos. Sobre todo conmigo. Para mi padre fui una hija no deseada, siempre me lo dijo y se encargó de que me quedase muy claro. Desde muy pequeña me maltrató, abusó y humilló os lo resumo todo con deciros que él en casa decía que yo no era su hija, que era la sirvienta y que su única hija era mi hermana. Mi madre es otra historia donde también hay mucha tela que cortar. No sabía ser madre, cuando era pequeña y me enseñaba a leer o escribir, cada vez que me equivocaba me metía la cabeza en un cubo con agua y para mas inri, soy disléxica. Así que ya os podéis imaginar las veces que tragué agua y sentí que había llegado mi hora. Os estoy contando una versión muy resumida, si queréis la historia completa la puedo subir en otros posts más adelante.

Mi padre me maltrató todo lo que pudo y más y yo aguantaba todo callada por miedo. El miedo es la manera en la que los psicópatas nos controlan y como no conocemos otra vida caemos a cuatro patas. Y esa fue mi vida hasta los 22 años. Desde que era una niña pequeña me amenazó diciéndome que si yo le contaba a alguien lo que él me hacía me mataría y a mi madre también. Así que me mantenía callada, nunca pedí ayuda y aguanté a ese hombre durante muchísimos años. Hasta que un día, me harté. Yo soy mucho de dichos, así que aquí va otro: «No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista». Una tarde, para variar, me insultó, me humilló y me pegó. Me dijo que por ser latina no valía nada, que nunca conseguiría nada en la vida porque solo soy una pobre ecuatoriana y además demasiado fea. Mis padres se encargaron también de bajarme el autoestima repitiéndome lo fea que era y lo mal que sonaba mi voz. Estas palabras yo las oía a diario, desde pequeña me hizo creer que yo no era buena para nada. Si yo decía que quería ser veterinaria él me decía que yo era muy tonta para eso, que no tenía inteligencia y que no lo conseguiría. Si decía que quería ser abogada, más de lo mismo. Y así se encargó de aplastar uno por uno todos mis sueños y esperanzas. ¿Qué clase de monstruo trata así a una niña? Como consecuencia de esto a los 19 años había pasado por dos depresiones, iba hasta arriba de medicamentos antidepresivos, sinceramente creo que fue peor la medicación que la enfermedad en sí y ¿Sabéis cómo reaccionaron mis tiernos padres? Decían que yo era una vergüenza para ellos, que tener una hija tan joven con depresión era lo peor que les podía pasar, que qué dirá la gente, que no querían tener una hija loca. Mi madre me decía a diario que me suicidase que ella prefería verme muerta antes que depresiva incluso ella, toda generosidad la mujer, me intentó matar tirándome por la ventana del piso donde vivíamos, un séptimo.

El día que me cansé dejó de importarme lo que pasase conmigo. Yo tenía que acabar con esa situación y no viviría ese infierno ni un minuto más. Me sorprendió la cobardía de ese hombre frente a los policías y sentí asco ¿Cómo pude estar yo bajo el yugo de alguien así? Si lo llego a saber me hubiese librado antes, porque el valiente es muy valiente mientras el cobarde se deja. Ese fue el primer paso que di en toda mi vida para recuperar mi identidad, mi esencia como persona pero no vi venir lo siguiente…

Mi madre intentó emular a mi padre, yo no entendía por qué ella que había sufrido en manos de ese hombre lo mismo que yo elegía comportarse igual que él. Inaudito. Sobra mencionar que yo, que había experimentado la libertad por primera vez en mi vida, no estaba dispuesta a renunciar a ella, así que empezaron los problemas con mi madre. Al ser mujer, y no pretendo ser sexista, el maltrato de ella fue más psicológico, con maldad femenina de esa que solo las mujeres somos capaces. Criticaba mi cuerpo, mi cara, mis acciones era como la típica amiga-enemiga envidiosa que todo lo que haces le parece mal. Se burlaba de mi porque me estaba llevando muchos años acabar la carrera, ella desde fuera solo veía que la gente la acaba en cuatro años y yo a los cuatro años de haberla empezado apenas iba a la mitad. Lo que ella no veía era que yo hacía lo que podía, que pagaba las asignaturas para las que me llegaba el dinero y se reía de mi y me decía que era muy tonta y que no me daba el cerebro, lo que realmente pasaba era que el dinero no me llegaba para mantenerme y pagar la carrera y el horario del trabajo muchas veces interfería con mis estudios. Hubo años en que en un semestre solo podía hacer una asignatura porque tenía que trabajar. La gente solo ve desde fuera y juzga sin saber los malabares que uno tiene que hacer para conseguir sus objetivos. Ese era el caso de mi madre. En resumen, era una mujer muy tóxica, luego entró al ajo mi hermana, ella se había ido con mi padre pero después la echó de su casa porque su nueva mujer no la quería ahí. Así que ella volvió donde mi madre. Ya os podéis imaginar, estaba viviendo en un nuevo infierno donde dos mujeres me hacían bullying a diario. En ese momento no lo entendía, solo sufría, estaba muy enfocada en mis estudios y el trabajo así que todo ese maltrato me lo iba tragando y lo iba acumulando. En ese momento no lo notaba porque vivía tres días en uno solo, las consecuencias vinieron después.

En ese momento tenía 27 años. Trabajaba en una oficina y en cierto momento empezaron a hacerme bullying. Ahí empecé a perder el equilibrio. Primero se me empezó a caer el pelo, después empecé a perder peso, lloraba mucho, lloraba cuando sonaba la alarma por la mañana, lloraba cuando llegaba al edificio donde trabajaba, lloraba y lloraba y me estaba perdiendo. En ese momento me había tomado un año sabático de la universidad porque necesitaba un respiro. Llegó un punto en el que no pude más y me hundí. No sé qué habría sido de mí si hubiese estado sola, sinceramente hoy pienso que habría tomado el camino del suicidio. Por suerte tenía a mi pareja y vio todo lo que estaba sufriendo y desde hacía ya tiempo me decía «deja el trabajo, tómate un respiro, descansa que yo me puedo hacer cargo de todo». A mi me daba muchísima vergüenza aceptar porque el día en que cumplí 18 años mis padres me dijeron «hasta aquí llega nuestra obligación contigo, nosotros no tenemos que pagarte los gastos ni los estudios ni comprarte nada porque ya eres adulta. Te damos techo y comida porque somos buenas personas». Entonces, en mi mente yo sentía que nadie tenía que responsabilizarse de mi y que yo tenía que salir adelante sola. Por eso me costó mucho aceptar la ayuda de mi pareja pero finalmente lo hice. Dejé ese trabajo tóxico y empecé a ir a terapia, retomé mis estudios y acabé la carrera.

Obviamente mi madre y hermana se burlaron de mi, volvió a salir el tema de mi locura, las amables sugerencias de que me suicidase. Ellas jamás entendieron todas las secuelas que dejó en mi tanto maltrato, mi hermana incluso se burlaba de mi minimizando todo lo que viví. Y era tanta la maldad que cuando me veía bien me decía: «¿te acuerdas de la vez que mi padre te dio una paliza por tal motivo?» ¿Era necesario? ¿Era realmente necesario? Yo las mantenía en mi vida porque anhelaba tener una familia, recibir amor, que me quisieran, que me viesen como una persona valiosa. Pero ellas no, jamás dejaron de verme como la sirvienta que mi padre decía que yo era, jamás pudieron respetarme como persona. No se tomaron la molestia de conocerme y yo pasaba todo eso por alto porque solo quería tener alguien a quien poder llamar familia.

Igual que con mi padre, llegó un momento en el que me harté. Ya había tenido suficiente, no importaba todo lo que yo hiciese para ganarme su cariño y que me tratasen bien, nunca importó porque ellas nunca estuvieron dispuestas a verme como una hija o una hermana. Y yo ya era lo suficientemente adulta para darme cuenta de eso, así que con 30 años cumplidos dije hasta aquí. Las mandé a mierda y ¿sabéis qué? pasé a ser la mala del cuento, giraron la tortilla de una manera brutal, dijeron que yo era una agresiva, que les pegaba y que me tenían miedo y que por eso habían decidido sacarme de su vida. ¿Y sabéis qué? No me importó. No me importó un pepino que dijesen eso, si querían hacerlo era muy su problema y no tenía nada que ver conmigo. Cuando me preguntaban al respecto yo contestaba: «yo sé lo que hay y si ellas quieren decir eso y tú creerlo, me parece perfecto». No sabéis la sensación de libertad, de felicidad al principio de decir lo hice, me di mi lugar, me puse a mi primero. Es una sensación maravillosa. Luego me dio el bajón por la soledad y sentir que no tenía a nadie en el mundo a quien poder llamar familia, además de mi pareja y nuestro perro y gato no tengo a nadie.

Después de eso, se pusieron súper pesadas, siento que querían recuperarme pero solamente para poder seguir maltratándome porque de alguna manera herirme, verme llorar, verme reaccionar a sus insultos y sus humillaciones las hacía felices. Sonreían, se reían a carcajadas como brujas. Hacerme sentir mal las llenaba de alegría y satisfacción y yo ya me había cansado de ser el saco de boxeo donde esas dos desahogaban sus frustraciones, sus problemas y sus carencias. Porque sí, ellas eran así conmigo porque no se soportaban a sí mismas por dentro, nadie que sea feliz, que esté satisfecho y equilibrado mentalmente necesita hacer sufrir a otra persona para sentirse bien. Hoy en día siento pena por ellas y espero que hayan encontrado una manera de sentirse bien y superar sus traumas. Yo no hacía caso de ninguno de sus intentos, había decidido que todo había terminado por mi parte y no iba a dar marcha atrás. El último golpe que me dieron fue vaciarme la cuenta bancaria, me quitaron todo lo que tenía y por suerte era poco. Para mí ese fue el segundo gran paso que di en mi vida. Pero el asunto no termina ahí, después hubo más porque mi tía, la hermana de mi madre, la persona en la que yo más confiaba me traicionó pero eso es otra historia.

Lo que he querido deciros con todo esto, es que hay gente mala y muchas veces son las personas a las que por desgracia llamamos familia, porque nos toca nacer en un hogar con gente desequilibrada, ignorante, que ha crecido sin amor y que solo conoce el maltrato, la burla y la humillación como medio de comunicación. Se puede reaccionar del muchas maneras, hay gente más echada para adelante que se rebela y lucha, no fue mi caso, yo era más bien sumisa, muy obediente y estaba totalmente controlada por el miedo. No quería morir. Hoy en día me arrepiento de no haber luchado, de no haber intentado salir de ahí antes, de haber denunciado a mi padre a los 18. No podría haberlo hecho siendo menor de edad porque no contaba con el apoyo de nadie y mucho menos el de mi madre. Debí cortar contacto con mi madre al mismo tiempo que me libré de mi padre. Pero esas son cosas que veo hoy desde otra perspectiva con 32 años. Siento que desperdicié mucho tiempo pero de nada sirve quejarme ahora. Solo me queda la experiencia para poder decir si tú estás en esta situación no cometas los mismos errores que yo, el tiempo pasa y la vida es una sola. No hemos venido al mundo para ser esclavos, sirvientes, sacos de boxeo de nadie. La gente intentará ponerte en ese lugar y abusar de ti y te tocar pelear por ti con uñas y dientes porque eres lo único que realmente tienes en esta vida, lo que verdaderamente importa y tienes que cuidarte. Es muy duro cortar contacto con la familia porque nos adoctrinan desde pequeños a respetar a nuestros padres, pero ¿qué pasa cuando nuestros padres no nos respetan a nosotros? mis padres abiertamente me decían: «tú nos tienes que respetar porque somos tus padres, nosotros a ti no te debemos ningún respeto porque te dimos la vida» y seguramente muchos otros padres hablarán así porque hablan desde la ignorancia. No entienden que todos merecemos respeto sin importar si hay lazos de sangre. Todos merecemos ser respetados por igual, es un derecho.

Mi ausencia se debió a la desmotivación, a la pérdida y búsqueda de mi identidad personal, de mi valor, de reencontrarme conmigo misma, de curarme. Estuve en terapia psicológica. Estuve sanando, estuve pensando qué hacer porque tanto maltrato te deja secuelas a tantos niveles como por ejemplo inseguridad física, personal, emocional. Miedo a empezar algo nuevo porque tengo una voz interior que me dice «no podrás» y no soy yo, son las palabras de mis malos padres que tanto escuché y se me grabaron a fuego en la mente. Tenía muchas cosas que sanar, que pensar, decidir qué quería hacer con mi vida, hacia dónde quería encaminarme profesionalmente. Cuando se tiene traumas, depresión, ansiedad y un sinfín de secuelas es difícil hacer una vida, difícil construir sueños porque todos están rotos y pisoteados, cuesta tener aspiraciones porque de entrada te das por vencido es fácil perder el control. En mi caso es muy común que haya detonantes que me transporten automáticamente a un momento en concreto del pasado. Y sufro. Lloro, me lamento, pregunto por qué, me amargo y luego me calmo y pienso en todo el camino que he recorrido y decido dejar que pase a través de mi y sigo mi camino. Tengo diagnosticado estrés postraumático y es literalmente un peso en el alma, en el corazón. Sé que aun me queda camino por recorrer y también sé que cada vez estoy más cerca de conseguir ser feliz. Pero es un proceso muy largo. Si tú también has pasado por algo así, seguramente lo entiendes. Quizá no tenemos los mismos síntomas y no lo somatizamos de la misma manera porque cada persona es un mundo pero estoy segura de que lo entiendes y sabes que lo conseguirás. Si por desgracia estás aun sufriendo maltrato, lucha por salir de ahí, por cambiar las cosas. De todo se sale, te lo digo por experiencia. Y no es malo dejar todo de lado para enfocarte en ti mismo porque tu prioridad debes ser tú. Siempre puedes volver y compartir tu experiencia y que otras personas vean y tomen lo que les sirva de ello. Para mi esto es un ejercicio, es como salir de un cascarón. Como decía al principio a mis padres les importaba mucho lo que pensaran los demás y me prohiban contar lo que me estaban haciendo, porque querían mantener su imagen intacta ¿Y yo qué? ¿Encima de puta, pongo la cama? No. No me voy a quedar callada. Quiero compartir todo por lo que he tenido que pasar y todo por lo que paso hoy en día. No quiero que otras personas pasen por lo mismo, que las mantengan silenciadas, que sean víctimas cómplices, hay que pedir ayuda, hay que contarlo, hay que salir corriendo de donde te anulan como persona. Aplica a todo a familiares, padres, amigos, parejas. A todo. No dejes que te quiten lo único que tienes: tu voz.

Si llegaste hasta aquí, te agradezco de corazón que te hayas tomado el tiempo de leer este post, ahora tienes un pedacito de mí y no dudes en compartirlo con quien creas que lo necesita. Un abrazo.

Claudia


2 respuestas a “He estado ausente ¿Por qué? ¡Aquí te lo cuento!”

  1. Avatar de David

    Eres muy valiente y muy valiosa. Mucho ánimo Claudia!

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    1. Avatar de Claudia

      Muchas gracias David por haberte tomado el tiempo de leer mi post 🙂 Mil gracias por tu comentario, que tengas un buen día!

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